
«Barthes escribió que la naturaleza de un objeto tiene que ver con la manera en que se convierte en basura». Esa es una de las preguntas que le hacía Anatxu Zabalbeascoa a Alice Rawsthorne en una entrevista. Aquello me trajo a la cabeza, salvando las distancias, la mítica frase de Nora Ephron: «Never marry a man you wouldn’t want to be divorced from». Resumiendo: si no estas seguro de poder hacerte cargo de algo en todas sus versiones no lo compres.
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Vi esta semana ‘Toni Erdman’, una película que os recomiendo muchísimo. No cuenta nada que no se haya contado –la historia de una hija y un padre que están distanciados– pero como siempre, no se trata del qué sino del cómo. En la película, que es un disparate milagroso, el padre se inmiscuye en la vida de su hija disfrazándose de los más variopintos personajes porque teme que su hija no sea feliz y quiere averiguarlo. En mi escena favorita, padre e hija están en casa de unos casi desconocidos pintando huevos de pascua y para agradecerles la hospitalidad el padre anuncia que la hija va a honrarles con una canción. La hija lo mira atónita pero, obligada por su padre, que empieza a tocar en el piano las primeras notas de ‘Greatest love of all’, de Whitney Houston, termina cantando la canción a grito pelado. Al principio me pareció un poco cursi, pero luego me detuve en la letra y entendí que aquel era un poco el resumen de la película (y de la vida si nos ponemos grandilocuentes).
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«Siempre queremos una vida, ¿verdad? Creemos que las cosas que son la vida no son la vida». Como si la vida nos estuviera esperando en esa parte donde no estamos. ‘Toni Erdman’ va justamente de eso. De que pasan los años y uno no se acuerda de aquella tarde en la parada en el autobús, del membrillo para merendar, o del tedio del Tour de Francia en agosto. También eso es la vida, especialmente eso, sin olvidarse jamás del recordatorio de Nora Ephron, que ayuda a no añadir dificultades a lo que ya de por sí es difícil.